Barcelona, 2014. Cientos de senegaleses recorren diariamente la ciudad con sus carros. Buscan residuos metálicos para ganarse la vida. Un kilo vale pocos céntimos de euros.
La recolección en la calle de las chatarras metálicas es el último trabajo informal al que recurren masivamente los migrantes que viven en condiciones de extrema indigencia.
Para algunos es una etapa más de un camino de marginalidad social y laboral. Para otros, muchos, es la única opción de supervivencia luego de haber perdido sus empleos con los cuales habían logrado incorporarse de alguna manera a la economía local. Trabajadores precarios, a menudo no regularizados, que han terminado devorados por la crisis y que no consiguen acceder nuevamente al mercado laboral.
La falta de alternativas los ha convertido en nuevos nómadas urbanos. Su oficio callejero, sin embargo, no les garantiza una vía de salida de la invisibilidad social. Sus biografías revelan un duro proceso de integración que nunca se ha acabado, suspendido entre expectativas y fracasos, solidaridad e injusticias, aceptación pasiva y fe en un futuro mejor.
Personas que han sido apartadas de la sociedad de la misma manera en la que los objetos que recolectan cotidianamente han agotado su utilidad social. Personas-residuos que buscan reinsertarse en el ciclo productivo, aferrados a una relación simbiótica con objetos que representan la cruda metáfora de su papel social.
Andrea Lolicato 2014
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